Esta breve historia del desarrollo de la Iglesia es dedicada como un humilde tributo a San Carlos de Brasil, quien dejó atrás toda
ambición personal y sufrió los ataques y las persecuciones de sus detractores, y que dedicó los últimos días de su existencia mortal a
mostrarle al mundo entero que todavía se puede vivir en un Catolicismo con cara humana. Él trató rigurosamente de reestablecer una
Iglesia Católica que cree, enseña, y sigue la doctrina completa del Divino Maestro, sin desvíos ni compromisos; una Iglesia Católica
dedicada a la enseñanza de la verdad sin adulteraciones y a buscar justicia para todos los Cristianos sin fijarse en diferencias de
denominación religión, clase, raza, o sexo; una Iglesia Católica Nacional cuyos lemas e intereses son: Dios, Patria y Libertad.
La Iglesia en Brasil
El Obispo Carlos Duarte Costa fue consagrado como obispo en la Iglesia Catolica Romana el 8 de diciembre del 1924. El 11 de
febrero del 1929, la Iglesia Católica Romana firmó un concordato con el gobierno Fascista de Mussolini y el clero, especialmente la
jerarquía, ayudó al régimen Fascista durante la segunda guerra mundial. Dom Carlos rehusó seguir la política del Vaticano y fue
depuesto de su diócesis en el año 1937. Cuando Brasil se movilizó para declararle guerra a Alemania, Dom Carlos envió un
telegrama al Presidente Getulio Vargas el 17 de septiembre del 1942, denunciando el clero Nazi, Fascista, y Falangista.
Después de la guerra los Nazis consiguieron pasaportes del Vaticano para escapar rumbo a Sud América. El 6 de julio del 1944, Dom
Carlos fue arrestado por el gobierno a petición del Nuncio y el Arzobispo de Río de Janeiro y fue acusado de ser comunista. A
petición de la Prensa Asociada de Brasil y los gobiernos de los Estados Unidos, Gran Bretaña, y Méjico Dom Carlos fue puesto en
libertad después de dos meses.
Dom Carlos continuó sus ataques a la política de la Iglesia Católica Romana y fue excomulgado por el obispo de Río de Janeiro el 6
de julio del 1945. Ese mismo día Dom Carlos declaró la fundación de la IGREJA CATÓLICA APOSTÓLICA BRASILEIRA. El 18
de agosto publicó el Manifiesto a la Nación, explicando sus creencias y el por qué fundó la ICAB.
Al principio, la Iglesia Católica Romana negó la validez de las órdenes trasmitidas por Dom Carlos e incitó al gobierno a perseguir
a la ICAB. Sin embargo, en el año 1960, Dom Salomao Ferraz, quien fue consagrado obispo por Dom Carlos, se sometió a Roma
y fue aceptado como obispo y participó en el Segundo Concilio Vaticano. Asi que la validez de las ordenes y los sacramentos
trasmitidos por Don Carlos fueron aceptado por la Iglesia Romana.
La Iglesia en Venezuela
En Venezuela, el Padre Luis Fernando Castillo Méndez, quien fue ordenado un sacerdote Católico Romano el 10 de agosto del
1944, lideró un grupo de sacerdotes Venezolanos para pedirle a los obispos que mejoraran la vida del clero nacional. Pero después de
amenazas de suspensión u otras represalias, los sacerdotes se acobardaron y se sometieron silenciosamente.
El Pe. Luis permaneció firme y fundó la Iglesia Católica Apostólica de Venezuela. Después de varios meses se enteró de la existencia
de la ICAB a través de los periódicos; y Dom Carlos supo de él de la misma forma. Dom Carlos envió un telegrama ofreciéndole
consagrarlo al obispado, y el 3 de mayo del 1948 Dom Carlos lo consagró en la Iglesia Unión en Balboa, Panamá. Dom Luis regresó
a Caracas y construyó su Catedral y un seminario. En el año 1950 Dom Luis fue arrestado y torturado, y su Iglesia y el seminario
fueron destruidos. En el 1951 Dom Luis fue exilado y fue a Brasil, donde Dom Carlos lo nombro Obispo Auxiliar de ICAB en Río de
Janeiro. En el año 1960, Dom Luis fue nombrado Obispo de Brasilia y construyó la primera Iglesia de ICAB ahí.
Las Iglesias Católicas Apostólicas Nacionales
Dom Carlos falleció el 26 de marzo del 1961 y fue canonizado por la ICAB el 6 de julio del 1970. El Concilio de Obispos de la
ICAB se reúne cada tres años para elegir su presidente. Dom Luis fue electo Presidente del Consejo hasta el año 1994, y ha sido
nombrado Patriarca vitalicio de la ICAB. Dom Luis ha sido instrumental en la expansión de la Iglesia y el establecimiento de las
Iglesias Católicas Apostólicas Nacionales, y Dom Luis consagró al Obispo Justo Roque González Trimiño para ser el Obispo
Primado de la Iglesia Catolica Apostolica Estadounidense. En el 1982, Justo R. González, quien había estudiado en un seminario en
Cuba por 6 años, fue ordenado sacerdote y fundó la Iglesia del Espíritu Santo y de Nuestra Señora de la Caridad. En el 1989, el
Padre Justo fue consagrado por Dom Luis, así trayendo su sucesión Apostólica a New York. En el 1991 el Padre Justo abrió el
Santuario de San Lázaro y en el 1992 la Iglesia de San Lázaro en Union City. En el 1989 Dom Luis también consagró al Obispo José
Villegas. El Obispo Justo falleció en el 2011 y desde entonces el Obispo Jose Villegas ha sido el Primado de la Iglesia.
¿Que es lo que creen los miembros de ACCOTUS?
Algunas personas nos preguntan si somos protestantes, porque los han indoctrinado que si uno no es católico romano debe ser
protestante, pero esa enseñanza, aunque hasta los protestantes la creen, es incorrecta.
La Fe católica es lo que está en el Credo Niceno, la Fe en la Santísima Trinidad, y el credo incluye la Fe en una iglesia santa,
católica y apostólica, pero no dice Romana, pues no es un requisito. La mayoría de los grupos protestantes no tienen la sucesión
apostólica, pero nosotros si tenemos la sucesión apostólica, por eso sí somos parte de la iglesia santa, católica y apostólica. La iglesia
Romana lo reconoce cuando acepta nuestros sacramentos como el bautizo y la confirmación y hasta la consagración de Salomao
Ferraz.
Para poder hablar de quienes somos o no somos, y que creemos o no creemos, tenemos que estar de acuerdo con el significado de
las palabras que usamos. Hoy día se acepta que unas personas cambien el significado de muchas palabras, y esto confunde a otras
personas.
Por ejemplo la palabra cristiano la usan algunos para querer decir: “miembros de mi grupo que somos los únicos que estamos
salvos.” Estas son las personas que le preguntan a otros, “¿Has encontrado a Jesús?” para significar, “¿Te has convertido a mi
religión que es la única que te puede salvar?” Pero esas personas están muy equivocadas porque todos los que profesamos que
Jesucristo es el Hijo de Dios, somos cristianos. Los católicos, los protestantes y los ortodoxos; todos somos cristianos. Así que
cuando oiga la palabra cristiano en nuestra iglesia, incluimos a todos estos grupos.
Otra palabra que se usa mal es la palabra católico que quiere decir universal. La iglesia cristiana es católica porque cualquier persona
de cualquier parte del mundo, de cualquier idioma o raza puede bautizarse y así hacerse miembro de la iglesia. También la palabra
ortodoxo se usa mal; la palabra ortodoxo quiere decir correcto como se dice que creer en Santisima Trinidad es la fe correcta
(ortodoxa). Por unos mil años estas palabras se usaban así para describir la iglesia cristiana que era católica (universal) y tenía la fe
ortodoxa (correcta). Pero en el año 1054 el obispo de Roma y el obispo de Constantinopla se excomulgaron uno a otro y a sus
seguidores, y se empezó a llamar a los seguidores de Roma “Católicos Romanos” y a los seguidores de Constantinopla “Católicos
Ortodoxos”. Eventualmente estos términos se redujeron a Católicos y Ortodoxos, pero los líderes de ambos grupos se consideran
Católicos y se consideran Ortodoxos como en tiempos antiguos. Nosotros también aplicamos estos términos a nuestra iglesia; somos
católicos y ortodoxos también. Lo que no somos romanos o griegos, pues no estamos bajo Roma o Constantinopla. Debe notar que el
credo niceno que profesamos todos los cristianos dice que creemos en la iglesia que es una, católica y apostólica – no dice romana.
El cuerpo de cristo, la iglesia, es uno solo con diferentes partes, es universal y tiene sucesión de los apóstoles.
¿Entonces creemos en el Papa? Esta pregunta nos la hacen frecuentemente como si uno tuviera que creer en el Papa de la forma
que cree en Jesucristo. La respuesta sencilla es que nosotros creemos que el Papa es el líder más importante del cristianismo por
razones de historia y tradición y el protocolo y la diplomacia nos induce a mostrarle respeto. Además la sucesión apostólica de
nuestra iglesia viene de la iglesia Católica Romana. También creemos que el Patriarca de Constantinopla es el segundo en importancia.
Pero creer que uno debe respetar a estos líderes no quiere decir que uno tiene que someterse a ellos. Ellos son seres humanos y ha
habido unos papas santos y otros papas criminales.
¿Y que es un protestante? Protestante es una palabra ambigua, pues abarca a todos aquellos grupos en el cristianismo que se
separaron de roma en los siglos 16 y 17 y los grupos descendientes de ellos. Hay una gran variedad de creencias y ritos en todos
estos grupos dependiendo mayormente de cómo y cuándo se separaron y cuál era el motivo de los que comenzaron la separación.
Hay unos protestantes litúrgicos que tienen una misa o un servicio muy parecido a la misa, y hay otros protestantes
fundamentalistas que mayormente tienen una predicación e himnos. Pero hay muchos grupos en el medio. Los episcopales tienen
todos los ritos y costumbres de católicos (la misa, los santos, la jerarquía de obispos y sacerdotes, etc.) y al otro extremo hay
quienes se proclaman ministros y le tienen aversión a todo lo de la tradición católica, especialmente a los santos. Proclaman que
tienen la palabra de Dios y que sólo la palabra salva. Pero la palabra de la que hablan son los pasajes de una traducción de la Biblia que
se han memorizado, que fuera de contexto pueden ser mal interpretados. Pero la palabra que salva es Nuestro Señor Jesucristo, que
en el evangelio de San Juan dice “En el principio existía la Palabra” refiriéndose a la Divinidad de Jesús.
En resumen, nosotros somos parte de la iglesia católica, así que somos católicos, creemos y enseñamos la fe ortodoxa, y
tenemos sucesión apostólica. No somos romanos pero no somos anti-romanos. Lo que no dejamos que roma dicte ciertas normas
que no eran parte de la iglesia católica originalmente, por eso tenemos el derecho de permitir el divorcio, el clero casado, y la
comunión sin confesión auricular – temas que cubrimos con más detalle abajo.
Respuestas a las preguntas frecuentes:
1. ¿Qué es la Iglesia Católica Apostólica Estadounidense?
La Iglesia Católica Apostólica en los Estados Unidos (ACCOTUS) es una Iglesia que tiene por doctrina las enseñanzas del Antiguo y
Nuevo Testamento, la doctrina de los Apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo, y las enseñanzas de los Primeros Siete Concilios
Ecuménicos.
Esta Iglesia es Católica porque profesa la fe cristiana difundida en todo el mundo por los cristianos. Es Apostólica porque tiene
sucesión Apostólica de un Obispo Católico Romano que por tanto, era un sucesor de los Apóstoles de Cristo, y por eso nuestros
sacramentos son válidos y lícitos. Es Estadounidense (del USA) porque es una Iglesia Nacional. Esta Iglesia preserva los usos y las
costumbres tradicionales de la comunidad a la cual sirve. No está bajo la jurisdicción Romana. ACCOTUS se autogobierna según
las normas de nuestro país como se gobiernan las Iglesias nacionales en Méjico, Brasil, y otras naciones.
2. ¿Dónde queda la Sede Nacional de ACCOTUS?
La Sede Nacional de la iglesia queda en New York.
3. ¿Quién es el Primado de la Iglesia?
El actual Primado de la Iglesia es el Obispo José Villegas quién reside en New York.
4. ¿Cuál es el centro de la Doctrina de la Iglesia?
ACCOTUS procura centralizar la Persona de Cristo y procura mantener la armonía y concordia entre todas las religiones y no permite
ningún tipo de discriminación.
5. ¿Quiénes componen la Jerarquía de la Iglesia?
La Jerarquía de la Iglesia se compone de Diáconos, Sacerdotes (o Padres) y Obispos.
6. ¿La Iglesia tiene 7 Sacramentos?
Sí. Los 7 Sacramentos son: el bautismo; la confirmación; la reconciliación; la comunión; el matrimonio; el orden sagrado y la unción
para la curación de los enfermos.
7. ¿La Iglesia hace bautismos de niños y adultos?
Sí. Se hacen bautismos de niños o personas adultas con tal de que sus padrinos, en el caso de niños, y en el caso de adultos, ellos
mismos, deseen ser bautizados y ser educados en la fe de la iglesia católica. No hay clases especiales para padres o padrinos antes del
bautismo. El único requisito, puesto por Jesús, para el bautismo es querer ser bautizado (San Mateo 28:18-20 y Marcos 16:15-16) .
8. ¿La Iglesia bautiza personas ilegítimas?
Esta Iglesia, al igual que Jesús, no cree que haya personas ilegítimas ante Dios. Para Dios todos somos sus hijos y por tanto
debemos ser bautizados en obediencia al mandato del Evangelio. Los hijos no tienen culpa de la situación civil o religiosa de los
padres.
9. ¿La Iglesia hace confirmaciones?
La Iglesia enseña que la confirmación es el segundo de los siete sacramentos y que todo el que haya sido bautizado debe ser
confirmado sin importar la edad.
10. ¿La Iglesia exige la confesión privada?
No, nuestra Iglesia emplea la confesión privada sólo en casos especiales, pues la confesión privada ha sido causa de abusos y
traumas para millones de personas. Los fieles pueden hacer el acto penitencial al principio de la misa y recibir la absolución general, y
así pueden comulgar todos los domingos. La misa es la cena del Señor y creemos que todos deben recibir la comunión. La confesión
auricular o privada fue introducida en la Iglesia en el año 758 por monjes Irlandeses, asi que por muchos siglos la gente comulgaban
sin tener que confesarse el día anterior.
11. ¿La Iglesia cree y enseña que en la Sagrada Comunión se recibe el Cuerpo y la Sangre de Jesús?
Si. La Iglesia enseña que bajo las especies del pan y del vino se recibe el verdadero Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
pues así nos lo enseño Jesús mismo (San Juan 6:53-58), y los jueves tenemos la adoración del Santísimo Sacramento después de la
misa.
12. ¿La Iglesia acepta el divorcio?
Sí. La Iglesia acepta el divorcio. Jesús dijo que Moisés había permitido el divorció y él no condenó a Moisés por haber permitido el
divorcio. Jesús expresó que el ideal del matrimonio es permanecer juntos para siempre y no divorciarse fácilmente, pues era muy
fácil para un hombre divorciarse de su esposa, solo tenía que escribirlo en un papel y entregárselo sin dar razones, ni ir a corte.
Como esto les haría daño a la esposa y a los hijos, Jesús habló en contra del divorcio y lo permitió sólo en caso de inmoralidad sexual.
Nuestra Iglesia aconseja a las personas que están teniendo problemas matrimoniales que deben tratar de buscar la reconciliación
usando todos los medios posibles - ya sea buscando la ayuda de un consejero matrimonial. Pero el continuar un matrimonio donde no
hay amor o continuar una situación abusiva que le haría físico o sicológico daño a la esposa, a los hijos, o al esposo no tiene sentido.
Es preferible cuando ya no se puede encontrar reconciliación, divorciarse y tratar de rehacer la vida. El continuar juntos, sin amarse,
debido a tabúes sociales o religiosos a menudo lleva a los cónyuges a faltarse el respeto, a resentirse mutuamente y hay veces en que
se llega hasta al odio y el abuso físico, mental y espiritual. Una atmósfera semejante no es conductiva a la paz y al bienestar familiar
y, si hay niños, éstos terminan traumatizados para el resto de sus vidas al ver a sus padres maltratándose y faltándose el respeto
mutuamente. La Iglesia entiende que el divorcio es una necesidad, como lo era para los judíos, pues es mejor que los esposos se
separen cuando el amor ya no existe entre ellos. Por eso nuestra Iglesia permite el divorcio y que las personas tengan la oportunidad
de volver a casarse, y permite que las personas divorciadas puedan recibir la comunión.
Además, consideramos una hipocresía el no aceptar el divorcio cuando se permite la anulación de un matrimonio en cual dos
personas se casarón sin coerción y consumaron el matrimonio.
13. ¿La Iglesia casa a personas divorciadas?
Sí. Nuestra iglesia casa a personas divorciadas que muestren documentos oficiales válidos que comprueben que están legalmente
divorciadas. El Apóstol San Pablo nos enseña que: "si uno no puede controlar su naturaleza, más vale casarse que consumirse de
pasión". (1 Cor. 7:9) También casamos a aquellas personas que viven juntos o que se casaron por lo civil y quieren casarse por la
iglesia
14. ¿Le es permitido a los Sacerdotes de la Iglesia casarse?
Sí. La Iglesia sigue el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo que escogió como Apóstoles suyos a algunos hombres que eran casados,
entre ellos a San Pedro. (San Marcos 1:19-30; 1 Cor. 9:4-5).
La Iglesia considera que el celibato es un don extraordinario del Espíritu Santo y por tanto tiene que ser optativo como lo manda Jesús
(San Mateo 19:12), y como lo fue hasta el año 1047 cuando el Papa Gregorio VII lo hizo obligatorio para sus sacerdotes.
15. ¿La Iglesia tiene la Extrema Unción?
Si, la Iglesia hace el rito de Extrema Unción, aunque también ungimos a enfermos que no estén en peligro de muerte y le llamamos la
Unción de los Enfermos, porque creemos, según nos enseña el Señor (San Santiago 5:13-16) que el propósito de este Sacramento
es el de rezar por cualquiera persona que esté afligida con cualquier tipo de enfermedad, ya sea de índole física, mental o espiritual,
para que reciba la curación.
16. ¿La Iglesia cree en la Santísima Virgen María?
Sí. Amamos a la Madre de Dios a quien también consideramos nuestra Madre. Creemos que Jesús nos la dió como Madre desde la
cruz cuando le habló a la Santísima Virgen y le dijo: "Madre, ahí tienes a tu hijo," y después le dijo a San Juan: "Hijo, ahí tienes a tu
Madre" (San Juan 19:25-27).
La Iglesia también enseña que a María se le debe dar un honor especial por ser la Madre de Dios y además porque es un mandato
bíblico (San Lucas 1:48).
17. ¿La Iglesia cree en los Santos?
Sí. También la Iglesia enseña que podemos y debemos buscar la intercesión de los Santos quienes nos sirven de modelos de vida
cristiana. Nosotros creemos en la intercesión de los santos quienes viven en la luz de Cristo y por eso pueden ayudarnos a conseguir
los milagros que les pedimos. Toda devoción a los santos nos ayuda a conseguir su intercesión y a mejorar nuestro modo de ser.
Pero siempre enseñamos que los milagros los hace Dios y un santo no va en contra de la voluntad de Dios. Principal entre los santos
es la Madre de Dios, la Virgen María, en todas sus advocaciones. También aceptamos santos quienes han sido eliminados en las
iglesias Romanas pero cuya devoción tradicional es antigua, como San Lázaro y Santa Bárbara.
18. ¿La Iglesia ofrece misa por los difuntos?
Sí. Creemos en la comunión de los Santos que significa que nosotros podemos auxiliar a nuestros hermanos fallecidos que necesitan
nuestra ayuda espiritual. También creemos que nuestros difuntos pueden auxiliarnos en nuestras necesidades.
La Santa Biblia manda a ofrecer oraciones por los que ya han muerto. (2 Macabeos 12:41-45; Eclesiástico 7:33b; Sabiduría 3:1-5)
19. ¿Qué puedo hacer para hacerme miembro de la Iglesia?
Basta que nos llame o venga a nuestros servicios. Todo el mundo es bienvenido a esta Iglesia. Tratamos de hacer de nuestra Iglesia
un lugar de unidad, amor y paz donde tanto el santo como el pecador; el rico como el pobre; el hombre, la mujer y el niño encuentren
aceptación.
Nota: Las citas bíblicas entre paréntesis son la base de nuestra doctrina en referencia al tópico del cual se está tratando. Si desea
alguna otra aclaración, por favor, pregúntenos.
El Celibato
La iglesia siempre tuvo líderes como San Pablo, cuya misión no le permitía que se casara. ¿Cómo iba a viajar tanto por lugares
tan peligrosos un hombre casado y atreverse a predicar en sinagogas algo que resultaba en que hasta lo apedrearan? Siglos después
unos monjes decidieron seguir el ejemplo de San Antonio y dedicarse a la oración separándose de la sociedad y viviendo solos en
cuevas en el desierto. Eventualmente los monjes establecieron monasterios donde se dedicaban a su trabajo y a la oración. Estos
hombres eran considerados ejemplo de santidad y a veces se les pedían que regresaran a la sociedad para ser líderes espirituales de la
iglesia.
Pero la Biblia nos informa que los primeros dirigentes de la iglesia eran casados. San Pedro era un hombre casado, pues no
puede haber duda cuando tres de los evangelios (Mateo 8:14, Marcos 1:30, Lucas 4:38) mencionan que Jesús sanó la suegra de
Pedro. ¿Y qué es una suegra sino la madre de su esposa? Otros apóstoles también eran casados, pues San Pablo, quien no era
casado, menciona que los demás apóstoles viajaban con sus esposas (1Corintios 9:5).
San Pablo también nos dice que los dirigentes deberían ser esposos de una sola mujer (1Timoteo 3:2). Por eso las iglesias del
este de Europa, llamadas iglesias Ortodoxas, tienen sacerdotes casados pero no permiten que un sacerdote casado sea obispo, ni
permite que un sacerdote que enviude se vuelva a casar. También por eso, hace pocos años, la iglesia Católica Romana creó el
diaconado permanente al cual puede ser ordenado un hombre casado, el cual no puede luego ser sacerdote. Pero quizás lo que San
Pablo no quería es que se divorciaran, así permitiendo que la esposa de un líder cristiano se casara con un pagano y que sus hijos se
criaran como paganos.
Pero entonces si al principio se permitía que los Obispos y los sacerdotes fueran casados, ¿de dónde viene esta regla del celibato?
Jesús nació bajo el imperio romano que abarcaba a Europa occidental y llegaba hasta Egipto. En el siglo 4, el emperador
Constantino declaró el cristianismo la religión oficial del imperio y como las leyes romanas permitían elecciones democráticas, durante
este tiempo la iglesia también tenía elecciones para escoger el clero. Las leyes romanas también permitían que uno escogiera sus
herederos, y no tenían que ser sus hijos.
Pero en el siglo 6, Italia y toda Europa occidental fueron conquistadas por alemanes, quienes no creían en democracia sino en
monarquía y los reyes alemanes impusieron nuevas leyes en la cual toda herencia era basada en linaje paterno.
A los reyes alemanes les convenía que los obispos no tuvieran un hijo que heredara la sede, para así poder ellos nombrar el nuevo
obispo cuando moría un obispo. También les convenía a los obispos que los sacerdotes no tuvieran hijos que heredaran las iglesias y
gradualmente se aceptó que los sacerdotes fueran célibes.
Sin un emperador, el Papa se convirtió en el líder más importante de Roma y el poder del Papa fue aumentando hasta que el Papa
Gregorio VII impuso el celibato sobre la iglesia romana en el año 1074. Luego en el año 1139, un Concilio de Letrán confirmó el
celibato como ley universal, o sea la iglesia católica romana.
Después de la separación de los protestantes, quienes permitían que se casaran los ministros, otro Concilio de Letrán, en el año
1563, le dio más fuerza a esta disciplina y la iglesia comenzó por primera vez a establecer seminarios para educar a sus sacerdotes y a
la misma vez para decidir quien tenía vocación. Así que los sacerdotes no son escogidos por el pueblo, sino por los seminarios y por
las reglas establecidas por el Papa, una de las cuales es el celibato. Muchas personas creen que el celibato debe ser opcional, pero la
iglesia Romana sólo puede cambiar la regla del celibato si el Papa lo permite. Nuestra iglesia cree que el celibato debe ser opcional.
El divorcio
La iglesia Romana basa su enseñanza en los evangelios de Mateo 19:1-12, Marcos 10:1-12, y Lucas 16:18. Mateo y Marcos son
los más detallados. En ambos Jesús dice que el que se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio. También dice que el
hombre no debe separar lo que Dios ha unido. Pero hay una diferencia entre Mateo y Marcos. En Mateo, Jesús dice que el que se
divorcia de su esposa a no ser por motivo de inmoralidad sexual, y se casa con otra, comete adulterio.
Debe fijarse de que Jesús se dirige al hombre. En la cultura en que Jesús vivía, la mujer era considerada propiedad de un
hombre. La mujer no se podía divorciar, sólo el hombre podía divorciarse. O sea que Jesús no se opuso a que el hombre cuya esposa
cometa inmoralidad sexual se divorcie.
¿Y qué tipo de inmoralidad sexual seria? Podemos eliminar el adulterio, pues esto era tan grave que tenía la pena de muerte. Recuerde
la mujer adúltera que iban a matar a pedradas. Jesús la salvó cuando dijo que el que no tuviera pecado que tirara la primera piedra. Así
que la causa del divorcio debería ser algo menos grave que el adulterio. Quizás podía ser que una mujer no se cubriera lo suficiente o
quizás que miró indebidamente a otro.
Además no era el divorcio lo que Jesús prohibió, sino que se divorciara para casarse con otra. Si el hombre decidía vivir una vida
célibe, Jesús no prohibiría el divorcio porque no se casaría y por lo tanto no cometería adulterio. No era el divorcio lo que Jesús
prohibía, si no el abuso del divorcio que hacían ciertos hombres. Jesús estaba en contra del abuso de la mujer debido a la desigualdad
que existía; pues si se divorciaba el hombre, se quedaba con sus hijos, que eran su propiedad. Y si la mujer no tenía quien la cuidara,
tendría que mendigar. Así que era para la protección de la mujer que Jesús dijo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido.
Seguramente que Jesús estaría de acuerdo que, hoy día, además de casos de inmoralidad sexual, también se debería permitir el
divorcio en caso de abuso de parte de cualquiera de los dos, especialmente y de cualquier otro problema grave que afecte a los
esposos o sus hijos.
¿Y por qué la iglesia Romana esta tan en contra del divorcio? La verdad es que la iglesia siempre ha permitido la anulación del
matrimonio que es una manera de declarar que el matrimonio nunca existió. El que tiene los fondos para pagar los abogados
canónicos en Roma puede conseguir una anulación de su matrimonio y casarse de nuevo en la iglesia Romana. Los nobles de Europa
se divorciaban de esta manera, pero cuando el Papa le negó una anulación a rey Enrique VIII, él separo la iglesia Anglicana de Roma,
y las anulaciones se hicieron más difíciles. Luego, cuando los gobiernos europeos permitieron matrimonios y divorcios civiles, la
iglesia se opuso severamente en contra del divorcio, prohibiéndole la comunión a los divorciados y a los que no se casaron por la
iglesia. O sea que en la iglesia Romana, el que viva en pareja sin haber sido casados por la iglesia esta excomulgado. Y si uno se
divorcia y vuelve a casarse, la excomunión es permanente y está condenado al infierno. En la iglesia Romana, un asesino que se
arrepiente y se confiesa puede recibir la comunión, pero no un divorciado.
Nuestra iglesia está en contra del abuso del divorcio, o sea el matrimonio en serie en el cual una persona cambia de esposa o
esposo como cambiarse de ropa. Creemos que los esposos deben tratar de resolver sus problemas, pues aunque no es fácil vivir
juntos una vida entera, se debe tratar de honrar el voto que hicieron al casarse. Pero si los problemas son muy graves y no se pueden
resolver, y la continuación del matrimonio es dañina a uno o ambos, entonces creemos que se debe permitir el divorcio. Nosotros le
permitimos la comunión a los divorciados y también a aquellos que se casan civilmente o que han vividos años juntos sin poder
haberse casado. Pues el matrimonio lo hace el amor que se sienten uno por el otro y la iglesia lo que hace es santificarlo según
santifica a algunas personas con el título de santo. En resumen, lo que Jesús quiere es que vivamos en amor sin abusar el uno del otro.
La Confesión Privada
Durante los primeros siglos del cristianismo, cuando los cristianos vivían deseosos de tener la oportunidad de manifestar su fe y
todos se disputaban la honra y gloria del martirio, la práctica de la confesión era algo reservado para casos de personas que habían
negado su fe públicamente y tenían que confesarse públicamente antes de ser recibidos una vez más a la comunidad cristiana. La
confesión era algo que se hacía una sola vez, como la mayoría de los demás sacramentos, pues uno tenía que hacer una penitencia
publica vistiéndose de ropas ásperas y poniendo cenizas sobre su cabeza, para que todos conocieran su flaqueza.
Si la confesión fue siempre una condición necesaria para la salvación de las almas, como dicen algunas iglesias, entonces todos
los primeros cristianos perdieron el reino de los cielos, pues ellos no se confesaban con nadie sino que se confesaban directamente
con Dios.
La Escritura no habla de la confesión privada, pues Nuestro Señor Jesucristo no instituyó el sacramento de la confesión privada y no
le dijo a nadie que tenía que declararle sus pecados a un confesor para que este le perdonara.
Si Jesús hubiera querido instituir la confesión privada, hubiera empezado Él mismo a ponerlo en práctica con sus apóstoles la
noche de la Última Cena, para que estuviesen limpios antes de participar del banquete Sagrado. Sin embargo lo que hizo fue que les
lavó los pies para darles ejemplo de humildad y caridad con el prójimo, pero no les hizo lavar sus conciencias con la confesión en un
confesionario, solos con un sacerdote.
Es cierto que el Señor, después de su resurrección, se apareció a los discípulos que estaban reunidos en el cenáculo (Juan 20:
23) y les dijo: A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin
perdonar.
Si se pretendiera descubrir en estas palabras del Señor la institución de la confesión privada habría contradicción con otros
pasajes de las Escrituras. Lo único que puede interpretarse es que el Señor dio a sus discípulos poder para perdonar el pecado público
o de no perdonarlo, es decir; recibir en el seno de la Iglesia al pecador arrepentido y de expulsar a los malignos. Por ejemplo, en
1Corintios 5:13, nos dice San Pablo: No me toca a mí juzgar a los de afuera; Dios será quien les juzgue. Pero ustedes deben juzgar a
los de adentro. Por eso, quiten a ese pecador de en medio de ustedes. Aquí San Pablo se refería a un miembro de la iglesia que estaba
teniendo relaciones íntimas con su madrastra.
En San Mateo 18:15, leemos: Si tu hermano te hace algo malo habla con él a solas y hazle reconocer su falta. Si te hace caso, ya
has ganado a un hermano. Si no te hace caso, llama a una o dos personas más para que toda acusación se base en el testimonio de
dos o tres testigos. Si tampoco les hace caso a ellos; díselo a la congregación; y si tampoco hace caso a la congregación, entonces
habrás de considerarlo como un pagano o como uno de esos que cobra impuestos para Roma. Les aseguro que lo que ustedes aten
en este mundo, también quedará atado en el cielo, y lo que ustedes desaten en este mundo, también quedará desatado en el cielo. Aquí
dice el Señor que cuando un cristiano recibe una ofensa debe tratar de corregir al ofensor y si no lo consigue por si solo, debe pedir
ayuda a otros hermanos; si tampoco estos otros tienen éxito, se debe recurrir a la iglesia en última instancia, pues esta tiene autoridad
parar perdonar al que se arrepiente o separar de su seno al pecador empedernido, pues Dios no perdona al soberbio que no reconoce
su pecado
En los primeros tiempos del Cristianismo cuando algunos apostataban de la fe por temor al martirio, los que se arrepentían eran
recibidos de nuevo en la Iglesia, después de hacer penitencia pública. En Hechos 8:22, San Pedro le dice a un pecador: Abandona
esta maldad tuya, y ruega a Dios que tal vez te perdonará el haber pensado así. San Pedro no recomendó a este pecador antes
mencionado que se confesara con él. ¿Podría ser que San Pedro habría olvidado su propia facultad de perdonar pecados? ¿O es que
San Pedro no conocía la confesión privada? Pues la iglesia no inventó la confesión privada hasta muchos siglos después.
En el Salmo 32:3-5 leemos: “Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo por mi gemir todo el día, pues de día y de
noche tu mano pesaba sobre mi. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía decaer. Pero te confesé sin reservas mis
pecados y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste”. Reconocer los pecados propios ante Dios para ser
perdonado era costumbre entre los judíos.
Proverbios 28:13 dice así: “Al que disimula el pecado, no le irá bien; pero el que lo confiesa y lo deja, será perdonado”. Confesar
los pecados a Dios, o sea, conocerlo y arrepentirse para ser perdonado es lo que siempre enseñaron los judíos; pero perdonar los
pecados dichos al oído de un sacerdote, nunca lo mando el Señor; ni los apóstoles jamás lo mandaron a hacer.
No es extraño que San Lucas 3:3, refiriéndose a San Juan Bautista, dijera: “...Juan pasó por todos los lugares junto al rió Jordán,
diciendo a la gente que ellos debían volverse a Dios y ser bautizados para que Dios les perdonara sus pecados”. Él no mandaba a que
se confesaran con él, sino directamente con Dios.
En la parábola del Fariseo y el Publicano (San Lucas 18:9), el Señor nos enseña que para que Dios nos perdone nuestros
pecados debemos reconocer nuestros pecados y pedirle humildemente perdón.
En San Lucas 24:47, Jesús mismo, hablándole a los dos discípulos que se dirigían hacia la ciudad de Enmaús, les dice: “Así está
escrito... En su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que sus
pecados les sean perdonados”. Jesús nos reitera de una forma inequívoca que con el arrepentimiento se obtiene el perdón de los
pecados.
Hechos 19:19 dice: “Y muchos de los que habían creído venían declarando y confesando sus prácticas de magia.” Lo hacían con
el fin de que los exorcizaran, pero no dice la Biblia que confesaran otros pecados.
En la parábola del Hijo Pródigo (San Lucas 15:11-32) leemos que al Padre del joven le bastó el arrepentimiento del hijo para
perdonarle. Este, volvía dispuesto a confesar sus pecados a su padre y pedirle perdón, pero el padre no le permitió que hablara, lo
perdonó sin oírlo.
En otro pasaje de las Escrituras (1Juan 2:1-2) leemos: “Hijitos míos les escribo estas cosas para que no cometan pecado. Aunque
si alguno comete pecado, tenemos un abogado ante el Padre, que es Jesucristo, y Él es justo. Jesucristo se ofreció en sacrificio para
que todos nuestros pecados sean perdonados, y no sólo los nuestros, sino los de todo el mundo”.
Por esta Escritura se nos revela que si San Juan hubiera entendido que sólo quedarían perdonados los pecados que los apóstoles
perdonaran al pecador que se los confesara a ellos en privado, entonces San Juan hubiese dicho: “Si alguno peca, que venga a
nosotros pues hemos recibido la facultad para perdonar sus pecados”.
San Pablo nos cuenta (Hechos 22:16) que Ananías, dirigido por Dios, le dijo: “Y ahora, no esperes más. Levántate y bautízate,
invocando el nombre del Señor para lavarte de tus pecados”. Claramente se entiende por estas palabras de San Pablo que con el
arrepentimiento basta para que se borren los pecados.
También de acuerdo a la Escritura (Hechos 10:43), San Pedro dice: “Todos los profetas habían hablado ya de Jesús, y habían
dicho que quienes creen en Él reciben por medio de Él el perdón de los pecados”. San Pedro no dice que confesemos nuestros
pecados en confesión privada con un sacerdote para que recibamos el perdón por nuestros pecados. El que cree en Cristo recibe
remisión de sus pecados y basta, no hay que dar más vueltas.
Lo que hace el sacerdote es recibir al pecador arrepentido a la recepción de los sacramentos, especialmente el de la comunión.
Ahora veamos lo que dicen algunos Santos y doctores de la Iglesia de la confesión a un sacerdote.
San Agustín dice de la confesión: Que tengo yo con los hombres para que oigan mis confesiones como si pudiesen sanar mis
enfermedades. El mundo esta curioso por conocer la vida ajena.
Antes de San Agustín ya el gran San Juan Crisóstomo había escrito: No les invitamos a ir a confesar sus pecados a sus semejantes,
sino solo a Dios.
Nestóreo, Patriarca de Constantinopla, en los años 428-431, en un acto público prohibió solemnemente, la práctica de la
confesión, diciendo: Así como siempre han habido ladrones, borrachos y otros malhechores, así también han habido siempre
hombres y mujeres que bajo el pretexto de secretos se entregaban a toda especie de iniquidades y de concupiscencia.
San Basilio dice sobre la confesión: No me presento al mundo para hacer una confesión con mis labios. Al contrario, cierro mis
ojos y en el secreto de mi corazón digo: En Tu presencia, O Dios, suelto mis suspiros, y eres el único testigo de ellos. Mis suspiros
son del interior de mi alma.
Para confesar no son necesarias muchas palabras; el pesar y la contrición representan la mejor forma de confesar. Las lamentaciones
del alma que Dios se digna escuchar, son la mejor confesión. Toda clase de miseria, humildemente confesada a Dios, atrae la
compasión y misericordia de Dios. Mientras que el orgullo lleva a la indignación.
También San Juan Crisóstomo nos dice: No tienen necesidad de testigos de su confesión. Reconozcan, en particular, sus
delitos, y que sea Dios el único que los oiga.
San Juan Crisóstomo en su Homilía 5 dice: Por tanto, les suplico que siempre confiesen sus pecados a Dios. Les pido, que no me los
confiesen a mí. Solamente a Dios deben descubrir las heridas de sus almas. Y de Él solo deben esperar el perdón. Recurran pues a Él,
y no serán rechazados, sino sanados, pues antes de que pronuncien una sola palabra, Dios ya habrá atendido su pedido. Y en su
Homilía del Salmo 1, dice: Confiesen sus pecados todos los días en oración. No les digo que se confiesen a un hombre, tan pecador
como ustedes, quien los podría despreciar, si conociese sus faltas; mas bien confiésense a Dios, que los puede perdonar. San Juan
Crisóstomo añade: lo que más nos debe admirar es que Dios no solamente nos perdona nuestros pecados, sino que también no los
divulga, ni quiere que nosotros los divulguemos. Dios exige que confesemos nuestras transgresiones solo a Él, para que obtengamos
el perdón.
No fue hasta el año 758, o sea en el octavo siglo, que nos encontramos con la confesión, practicada por los religiosos del
Oriente. Para este tiempo, el cristianismo era la religión oficial y no había persecución, y los monasterios tenían personas sin vocación
que habían sido forzadas por sus padres a entrar a un monasterio o un convento. Muchos de esos monjes y esas monjas, de esa
época vivían en promiscuidad. Y por eso los superiores instituyeron la confesión privada que luego se extendió a toda la iglesia. Pero
al poner el requisito de confesarse con un sacerdote para poder comulgar, sucedieron abusos de parte de algunos sacerdotes.
Por lo tanto, ahora teniendo el consejo de los Padres de la Iglesia y basados también en nuestra experiencia podemos concluir
que: La confesión privada hecha semanalmente en el confesionario no es necesaria para comulgar.
A continuación encontrarán formas abreviadas de cuatro salmos penitenciales que podemos usar para nuestra confesión a Dios.
Salmo 32
Feliz el hombre a quien sus culpas
Y pecados les han sido perdonados
Por completo.
Mientras no confesé mi cuerpo iba
Decayendo por mi gemir.
Salmo 38
Por tu enojo debido a mis pecados todo mi cuerpo esta enfermo;
No tengo un solo hueso sano.
Voy a confesar mis pecados pues me llenan de iniquidad.
Salmo 103
Bendeciré al Señor con toda mi alma.
El es quien perdona mis pecados.
Nuestros pecados se han alejado de nosotros.
Salmo 51
Por tu amor, O Dios, ten compasión de mí;
Por tu gran ternura borra mis culpas
Lávame de mi maldad.
Límpiame de mi pecado.
Reconozco que he sido rebelde,
Mi pecado no se borra de mi mente.
Contra ti he pecado, y solo contra ti.
Purifícame con hisopo y quedare limpio.
Lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Lléname de gozo y alegría.
Aleja de mi mis pecados y borra todas mis maldades.
O Dios, pon en mí un corazón limpio.
Dame un espíritu nuevo y fiel.
No me apartes de tu presencia
Ni me quites tu Santo Espíritu.
Hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación;
Sostenme con tu Espíritu Generoso.
Otros Salmos Penitenciales son: 6, 25, 38, 102, 130 y 143.
La Oración - Comunitaria y Privada
La oración fervorosa del hombre justo tiene mucho poder” (Santiago 5:16b).
La oración es nuestro medio de comunicación con nuestro Padre Celestial. Este contacto puede ser entre Dios y un hijo - la
oración privada; o puede ser entre Dios y un grupo de sus hijos - la oración comunitaria.
El Padre siempre espera con ansias ese momento de intimidad entre Él y sus hijos; y Él desea escucharlos, hablarles, darles y
recibir.
En nuestros encuentros con nuestro Padre le ofrecemos nuestras alabanzas, nuestras bendiciones y acciones de gracias y le
expresamos nuestras inquietudes, nuestras necesidades y nuestros deseos. También le damos gracias por las bendiciones que han
recibido nuestros hermanos o le pedimos por las necesidades de los hermanos que nos piden que oremos por ellos. Nuestro Padre
quiere tener una relación íntima y constante con sus hijos y desea que le envolvamos en todos los asuntos de nuestras vidas.
Nuestros encuentros con el Padre deben adherirse y seguir los principios establecidos en la palabra de Dios - la Santa Biblia. En
cuanto más sigamos los principios establecidos en la Palabra de Dios para la oración, más poderosa y efectiva será nuestra oración.
Cuando hacemos una petición y la basamos en una promesa explícita de Dios la cual hemos encontrado en las Sagradas Escrituras, la
podemos citar para dar fuerza a lo que pedimos y a lo que esperamos.
Cuando basamos nuestras peticiones en las promesas que el Padre nos ha hecho es como cuando le decimos a nuestro padre
terrenal: "Papa, te recuerdas que me prometiste...". San Pablo en su carta a la iglesia de Galacia nos dice que Dios mandó al Espíritu
Santo a nuestros corazones y por lo tanto podemos dirigirnos al Padre en nuestras oraciones llamándole "Papa, o Papi", o cualquier
otro término que nos haga sentir en más íntima comunicación y unión con el Padre (Galatas 4:6-7).
El poder de Dios siempre está presente, pero podemos hacer que ese poder de Dios se manifieste a través de la oración. Y
cuando el poder de Dios se manifiesta hay: instrucción, conversión, sanación, y liberación.
Cuando se manifiesta la presencia y el poder del Padre suceden cosas maravillosas. S. Mateo 17:1-9 nos relata la transfiguración del
Señor y dice que los discípulos de Jesús se sentían tan bien en la presencia de Dios, que hasta le propusieron a Jesús hacer tres
chozas, una para Él, una para Moisés y otra para Elías. Tal era el bienestar que sentían que ni siquiera pensaron en hacer una choza
para ellos.
A continuación exponemos algunos de los principios bíblicos que debemos seguir cuando oramos. Pero les invito a que
encuentren más de estos principios a través de la lectura diaria de la Santa Biblia.
1. Toda oración debe ser guiada por el Espíritu Santo. Debemos invocar al Espíritu Santo e invitarlo para que se una a nosotros
y nos guíe en nuestra oración (Romanos 8:26-27; Efesios 6:18).
2. Debemos profesar que hacemos nuestra oración en el nombre de Jesús (S. Mateo 18:21).
3. Todas nuestras alabanzas, acciones de gracias, intercesiones y peticiones deben ser dirigidas al Padre por el poder del Espíritu
Santo en el nombre de Jesús. El Señor nos dice en el evangelio de S. Juan: "Hasta ahora, ustedes no han pedido nada en mi nombre;
pidan y recibirán, para que su alegría sea completa". El Señor quiere que pidamos en su nombre para que recibamos y nos sintamos
alegres.
También en el mismo evangelio Jesús nos dice: "Y todo lo que ustedes pidan en mi nombre, yo lo haré, para que por el Hijo se
muestre la gloria del Padre. Yo haré cualquier cosa que en mi nombre ustedes me pidan". Es digno de observación en esta cita el que
Jesús habla de "todo lo que... y cualquier cosa..." Las palabras "todo y cualquier" significan que no hay excepción en cuanto a lo
que podemos pedir en su nombre; por supuesto, siempre y cuando lo que pedimos sea alguna cosa correcta y que sea para nuestro
bien. Y Él nos dice que lo hará todo para que el Padre reciba gloria.
La única diferencia entre las dos promesas antes citadas consiste en el fin por el cual recibiremos lo que pedimos.
En el primer caso Jesús nos dice que Él nos dará lo que pidamos en su nombre para que nos sintamos felices y en el segundo
caso la razón para darnos es para que el Padre reciba gloria. Como podemos ver el Señor quiere que sus hijos seamos felices y que
a consecuencia de nuestra felicidad glorifiquemos al Padre lo cual es nuestro deber como hijos suyos. (S. Juan 14:13; 16:24; S.
Mateo 18:19-20).
4. Tenemos que saber por qué estamos orando y en caso de que sea un tiempo de oración comunitaria tenemos que estar de
acuerdo en nuestras intenciones. La unanimidad en nuestras intenciones es imprescindible. Cuando los hijos de Dios rezamos y
tenemos un común acuerdo, el Poder de Dios se manifiesta tremendamente (Hechos 2:1; 4:24; 5:12).
5. Tenemos que ejercer fe y constancia en lo que pedimos. Nuestras oraciones serán contestadas de acuerdo a la fe que
pongamos en acción y a la perseverancia que mantengamos. Si queremos recibir el fruto de las promesas que nuestro Padre nos ha
hecho en las Sagradas Escrituras, tenemos que creer en lo que Él nos dice en su Palabra (S. Lucas 18:1; Stgo. 1:5-7; 5:16b-18).
6. Debemos confesar nuestros pecados. Dios es justo y magnánimo y espera con ansias a que nos arrepintamos del mal que
hayamos hecho para darnos la bienvenida cuando regresamos a la casa del Padre (S. Lucas 15:11-32; Stgo. 5:13-16).
7. Tenemos que perdonar a los que nos han hecho mal y dejar la justicia a Dios. Jesús insiste en que perdonemos a nuestros
hermanos. El no perdonar puede ser un obstáculo para que recibamos lo que pedimos. La falta de perdón rompe nuestra comunión
con nuestro Padre (S. Marcos 11:25; S. Mateo 6:14-15; Romanos 13:17-21).
BREVE HISTORIA DE LA IGLESIA CATOLICA APOSTOLICA EN LOS ESTADOS UNIDOS (APOSTOLIC CATHOLIC CHURCH IN THE UNITED STATES – ACCOTUS)
† José Villegas, Primado
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